Cuarentena: Productividad o Barbarie
O - Productividad V Libre Albedrío: el amanecer de la paja.
Desde
que comenzó el aislamiento social, contando incluso el voluntario, vi unas
veinte películas, la mayoría anteriores a 1965, empecé tres libros, terminé
tres juegos bastante largos, hice ejercicio, cociné, y me olvidé de que era
músico. Me olvidé que me había inscripto en una nueva institución para
intentar, una vez más, sacarme un título de algo, con el sueño de trabajar
menos horas por más plata. Me olvidé que las
instituciones ahora manejan plataformas on-line con la intención de mantenerse
lo más posible dentro del plan de estudios delimitado entre la misma
institución y el ministerio de educación. También me olvidé que tal vez no
todos los artistas tengan la misma mirada cínica y fatalista de las
instituciones que tengo yo. Tal vez más de uno incluso se lamente no poder
asistir a las clases, Dios me libre, y esta es la única forma en la que pueden seguir sus aspiraciones académicas con el ritmo que habían planeado.
Y acá
estoy, dos semanas después de la primera tarea enviada al Google Classroom de
Entrenamiento Auditivo, desayunándome que tengo que hacer un canon de un
dictado rítmico, una improvisación, grabarlo en un video, escribir las
variables rítmicas del dictado, matar al León de Nemea, luchar con los
caballeros de las doce casas y pensar una posible vacuna para el Coronavirus.
Bueno,
la tarea en sí es fácil, pero hay pocas cosas en esta vida que me generen un
malestar físico como el de las tareas en casa. Son
incontables las veces que me anoté en materias virtuales en la UNA para
desaparecer totalmente de la plataforma un mes después.
Y cuando digo malestar físico, soy absolutamente literal. Es una sensación de
angustia en la parte alta del estómago, parecida a la de la depresión o de la
ansiedad, pero no tan aguda.
Por eso
siempre termino abandonando este tipo de tareas, no sin antes enfrentarme a
otros sentimientos que me genera el mismo malestar: la vergüenza y la culpa. La
vergüenza de no estar a la altura de lo que la institución espera de mí para
admitirme como un músico serio y un artista que merece la pena siquiera tener
en consideración. Y la culpa de no ser productivo, como lo son tus compañeres,
tus colegas, como lo son todes.
Es que en mi opinión, a los artistas populares, la academia solo nos ofrecen otra institución contra la cual rebelarnos.
Pero esta claramente no es la lógica sobre la cual opera la lógica de producción capitalista, la cual rige todos los aspectos de nuestra vida, desde lo laboral a lo social y afectivo. Y claramente, está presente en la forma en la que sobrevivimos al aislamiento social.
Después
de una rápida búsqueda en Google con las palabras "cuarentena" y
"productividad", solo dos o tres resultados parecen no estar
obsesionados con la forma de ser lo más absolutamente productivos durante la
estadía obligatoria en el hogar. Organizar un horario, organizar las tareas,
organizar el descanso. Aprovechar cada segundo del tiempo supuestamente libre
para seguir el ritmo de producción capitalista global, sin tiempo para pensar,
dudar o deprimirse. Deprimirse es de puto, podría decir Dicky del Solar.
"Los cuerpos en cuarentena" por Nemesia Hijós y Julia Hang para Página 12, es un interesante recorrido por las maneras de relacionarse con el cuerpo durante la cuarentena. Tampoco implica que haya algo intrínsecamente maligno con querer hacer ejercicio en casa, y la última parte que habla de los influencers más locales y avocados a la comunidad es bastante reconfortante, pero no deja nunca de lado la existencia de una presión de un sistema productivo que necesita estar expandiéndose permanentemente, incluso durante contextos de guerra, crisis o pandemia mortal global.
¿No es
acaso este texto una expresión más de esa exigencia productivista? ¿No estoy
intentando responder a la petición de algunes amigues de escribir más seguido?
¿O es que simplemente tengo ganas de escribir? ¿Cuánto quiero realmente leer,
ver películas, tocar la guitarra, hacer las actividades del Classroom o
cocinar?
Al momento de escribir esto, sigo sin hacer la actividad que me mandaron. No encontré las ganas de hacerla, y ya ordené y limpié mi cuarto cien veces, y sigo sin encontrarlas.
Lo que me
parece adivinar, es que esa presión de la productividad constante me quitó en
gran medida mi propia noción de qué quiero hacer con el tiempo que me queda de
vida, sobretodo con mi tiempo libre. Esa noción que en última instancia nos define quienes somos realmente y no solo a lo que han hecho de nosotres. Esa noción que quiero de vuelta, pero ya no sé dónde buscar.
Interesante capacidad de reflexión, y reflexión en si
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